martes, 7 de junio de 2011

Principales apartes de la intervención de Carlos A. Lozano Guillén, en el panel “Conflicto y prisioneros(as) políticos”, en el Encuentro Nacional por la Libertad de los Prisioneros(as) Políticos

Principales apartes de la intervención de Carlos A. Lozano Guillén, en el panel “Conflicto y prisioneros(as) políticos”, en el Encuentro Nacional por la Libertad de los Prisioneros(as) Políticos, el 4 de junio de 2011. Auditorio de la Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.


Compañeras y Compañeros:

Muy oportuna la convocatoria de este Encuentro Nacional de Solidaridad con los presos políticos y los prisioneros de guerra, vilipendiados y humillados por el régimen colombiano, que vulnera sus derechos humanos y atenta contra su dignidad en las cárceles colombianas.

Pero también se realiza en feliz coincidencia con la absolución de la compañera Rosalba Gaviria, hace más de una semana, y la del profesor Miguel Ángel Beltrán, ayer y decretada por una juez de Bogotá. Se derrumba en definitiva la provocación montada con los computadores de Raúl Reyes, Lámpara de Aladino con la cual  se adelantó la persecución de luchadores populares, dirigentes de la izquierda y activistas de la paz en Colombia y en el exterior.

Un menaje para el compañero y comandante Hugo Chávez. No lo haga. No envíe a Colombia a Julián Conrado que terminará extraditado a los estados. Hay cosas de principios que un revolucionario no puede eludir. Si lo hace, aunque no comprometerá para nada nuestra solidaridad con la revolución bolivariana, repudiaremos con vehemencia semejante determinación.

El presidente Juan Manuel Santos repite una y otra vez, desde el siete de agosto pasado, que en su mano está la llave de la paz y que abrirá la puerta de los diálogos cuando lo considere conveniente. Pero al parecer se le perdió la llave, porque no tiene una propuesta de paz, al contrario, adelanta la misma guerra devastadora, continuidad de la política de “seguridad democrática” de los últimos ocho años, de la cual, por cierto, él hizo parte, La semana pasada, el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, presentó la “Política de Seguridad y Defensa para la Prosperidad” , que es la continuación de los “logros” de la “seguridad democrática”, según lo explicó el Ministro. S un plan de guerra, similar a otros anteriores. Según Rivera, en 2014 serán borrados del mapa de la geografía nacional los últimos insurgentes que sobrevivan a la acción de la Fuerza Pública. El mismo anuncio de siempre. En el gobierno de Uribe Vélez, cuando presentaron el Plan Patriota, fueron más optimistas y anunciaron la eliminación de las guerrillas en noventa días. Al terminar los ocho años de la horrible noche uribista, analistas y estudiosos de la realidad nacional, reconocieron el fracaso de la “seguridad democrática” y de la guerra uribista, con todo y el apoyo del gobierno de los Estados Unidos a través del Plan Colombia y otras “ayudas” militares para la guerra.

Uribe fracasó como también sucederá con el plan de Santos. La vía militar no le dio resultado a la clase dominante colombiana en sesenta años de conflicto, puesto que la causas que lo originaron nunca fueron modificadas. Más bien se agravaron en la escalada violenta contra la oposición, la izquierda y las movilizaciones populares. Causa lejanas y otras más recientes retroalimentan este conflicto.

El presidente Santos reconoció hace pocos días la existencia del conflicto. Quedó establecido también en la “Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras”. Ello es importante. Es un paso adelante, aunque Santos tiene una manera particular y perversa de explicarlo. Según él, reconocer el conflicto le permite justificar los bombardeos indiscriminados y las acciones de tierra arrasada que afectan en diversas formas a la población civil. Pero de todas formas es positivo que se reconozca. Este no es un asunto semántico y nada más. Reconocer el conflicto implica aceptar el principio de distinción entre combatientes y no combatientes; aceptar la aplicación del Derecho Internacional Humanitario de forzosa aceptación cuando existe una guerra o un conflicto; pero además, si existe un conflicto hay unas causas, quen para el caso colombiano son políticas, económicas, sociales e históricas, por lo menos, tiene que ver con el vacío social y la estrechez de la democracia y por ende este conflicto solo puede resolverse por la vía política de la negociación, del diálogo y de la modificación de las causas que lo originaron. 

El senador Roy Barrera anunció que después de la “histórica” ley de víctimas, presentará un proyecto para la paz, soporte jurídico para el Gobierno Nacional en posibles acercamientos con la guerrilla. Pero lo reduce a una oferta de sometimiento a la justicia, como si así funcionará el proceso de paz. Es una trampa para que mantener el sistema dominante antidemocrático y de privilegios, acompañado de la feroz violencia contra las masas populares. El Congreso acaba de aprobar la ley de seguridad que penaliza la movilización y la protesta social y en pocos días aprobará la ley de inteligencia y contrainteligencia, que legaliza las chuzadas, el espionaje y la permanente hostilidad contra la izquierda, las organizaciones sindicales y populares y críticos del régimen.

El sometimiento a la justicia es una paz romana o paz de los sepulcros que no funcionará en Colombia. Santos quiere presentar la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras como una auténtica reforma agraria, cuando para nada toca la estructura de la propiedad terrateniente de la tierra en Colombia. Para nada resuelve la enorme brecha social entre el campo y la ciudad, entre latifundistas y campesinos. Y esta es, desde hace seis décadas, una de las causas del conflicto colombiano. La paz debe ser con democracia y justicia social para que sea viable.

No se puede esperar mucho de esta clase dominante que predica la paz y hace la guerra. Lo que debemos tener claro es que nos corresponde a nosotros trabajar en esa dirección. Buscando salidas humanitarias en el conflicto, entre ellas la liberación de todas las personas en injusto cautiverio mediante un canje humanitario y abriendo perspectivas para la paz. En ese camino tenemos que hacer esfuerzos. Las masas son las que hacen la historia a través de su organización y de su lucha. Fortalezcamos la unidad de la izquierda y respaldemos las movilizaciones sociales y populares. Apoyemos el Encuentro Nacional de los campesinos, los Afrodescendientes y los Sectores Populares, convocado por la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra, para agosto de este año en el puerto petrolero de Barrancabermeja.

¡Viva el Encuentro de Solidaridad con los Prisioneros Políticos!

¡Viva la paz!

¡Viva Colombia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario