viernes, 4 de noviembre de 2011

Avanza la derecha, retrocede el Polo “Elecciones a la colombiana”

Ed. 2614 Semanario VOZ pág. 9

Por: Hernando López

*El gran derrotado en las elecciones fue el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, quien quería consolidar su poder y apropiarse del Partido de la U, respaldando a varios candidatos en las principales ciudades del país que fueron derrotados. La abstención llega casi al 60 por ciento


El presidente Juan Manuel Santos, como si le estuviera hablando a extraterrestres, saludó y agradeció a los colombianos porque las “elecciones transcurrieron en paz”, mientras ardían las oficinas de las alcaldías y de las registradurías en casi veinte municipios del país, en “hechos aislados”, según la “gran prensa”, pero fiel reflejo de cómo se hacen las elecciones en las regiones colombianas, donde impera la compra y venta de votos, el poder del narcotráfico y el paramilitarismo, el fraude y la corrupción.

No hubo garantías para las elecciones, porque estas fueron las más violentas en los últimos años, al decir del Movimiento de Observación Electoral (MOE), que reportó 41 candidatos asesinados, mientras la Corporación Arco Iris reconocía que “en 211 municipios había la influencia de parapolíticos y de grupos armados ilegales” (ver artículo en la página 8 de esta edición).

Y mientras el Gobierno Nacional aseguraba que había derrotado a la guerrilla y a las “Bacrim”, las FARC revelaban indiferencia por las elecciones y en un comunicado difundido la semana de su realización, llamaban a la abstención; pero el paramilitarismo (llamado ahora “Bacrim”), en estrecha alianza con los parapolíticos presos en La Picota y en otras cárceles, elegían cuatro gobernadores, por lo menos, y numerosos alcaldes de ciudades intermedias y pequeñas en donde le sacarán provecho al presupuesto y a la contratación. Y aunque Uribe Vélez perdía en grandes capitales, ganaba presencia en esa distribución ilegal del mapa político por vía electoral en las elecciones “democráticas y libres”, según Santos y los voceros oficiales, pero al fin y al cabo son elecciones a la colombiana como las calificó un periodista. Así, de ninguna manera se podría decir que las elecciones fueron una derrota para la guerrilla porque no tuvo participación en ellas; como tampoco es una derrota para los paramilitares, porque lograron varias posiciones en gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos.

El avance de la derecha

Pero si la extrema derecha uribista es perdedora, no se puede decir lo mismo de la derecha perteneciente a la “Unidad Nacional” que ganó o mantuvo las posiciones. Los partidos liberal, de la U y Cambio Radical son los ganadores. Mientras el PIN y otros mantuvieron las posiciones, algunas muy importantes. A los conservadores les fue  mal y los resultados revelan su evidente retroceso. El pulso lo ganó el ex presidente Andrés Pastrana que se enfrentó a las directivas de su partido. ¿Cómo entender que el Polo recibiera el voto castigo por el carrusel de la contratación y el caos en Bogotá, mientras partidos como la U y Cambio Radical, entre los dos con casi un centenar de parlamentarios encarcelados, procesados, investigados y condenados por la parapolítica, avanzaron? Sólo explicable por el linchamiento político de que fue objeto, implacable y desmedido, adelantado por la “gran prensa” y los encuestadores, con la ayuda de Gustavo Petro y el naciente movimiento “progresistas”.

Uribe Vélez perdió de manera estruendosa en Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Antioquia, Atlántico y Cundinamarca en donde apadrinó la candidatura a la gobernación de Eberth Bustamente, ex militante del M19.

Para no hablar de los resultados del PIN (campeón de la parapolítica), los conservadores con varios congresistas de la mayor importancia en la cárcel y los logros de Juan Carlos Martínez desde la cárcel a quien inclusive le dieron permiso para salir a adelantar contactos y promover a sus candidatos. Algo muy propio de la “democracia” colombiana en poder de las mafias y los avivatos.

A los verdes, aunque no les fue muy bien y perdieron en Bogotá, lograron algunas importantes posiciones, incluyendo el concejo distrital, al cual fue reelegido, Antonio Sanguino, vinculado a la investigación por el carrusel de las contrataciones.

Sobresale de nuevo la abstención histórica del 60 por ciento en el país y el 55 por ciento en Bogotá. Es señal de la desconfianza de la mayoría de los colombianos al sistema electoral. Aún se recuerda al padre Camilo Torres Restrepo que repetía “el que escruta elige”.

Retrocede el Polo

Al Polo Democrático Alternativo le fue mal. De un lado, por el voto castigo como dice la alcaldesa de Bogotá Clara López Obregón; pero de otro lado, por errores propios y por la campaña de desprestigio y de ensañamiento de la “gran prensa” y las encuestas. Los candidatos, en Bogotá sobre todo, fueron borrados de las encuestas, como si no existieran. Estas fueron unas elecciones sin garantías, antidemocráticas, llenas de ventajas para los candidatos del establecimiento o de los aceptados por él. El Establecimiento no ocultó la intención de borrar del mapa a la única fuerza de oposición al Gobierno.

Un buen candidato a la alcaldía como Aurelio Suárez, con reconocimiento intelectual y académico y un excelente programa de Gobierno, apenas logró 32.000 votos, casi el 1.5 por ciento; Jaime Caycedo, considerado uno de los mejores concejales de Bogotá no alcanzó la votación suficiente para mantener el escaño en el cabildo distrital. Igual sucedió en Medellín con German Reyes o en otras ciudades o departamentos en donde no lograron la curul numerosos aspirantes polistas de muchas calidades.

De todas maneras, el Polo está lejos de desaparecer, aunque sus directivos y militantes deben adelantar un serio debate, profundamente autocrítico, para superar los errores y deficiencias. Hay varios elegidos, entre ellos dos diputados del Partido Comunista y alcaldes en municipios del sur del país y del eje cafetero (ver nota en esta página). Está lejos de quedar borrado del escenario político, pero el Polo Democrático Alternativo debe relanzarse como un proyecto de izquierda, con vocación de poder. Es el desafío que tienen los polistas.

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