martes, 24 de abril de 2012

El Reino Unido destruyó huellas de sus crímenes coloniales

Ian Coban, Owen Bowcott y Richard Norton-Taylor
The Guardian


Miles de documentos que registraban en detalle algunos de los actos y crímenes más vergonzosos cometidos durante los últimos años del Imperio Británico fueron destruidos sistemáticamente para evitar que cayeran en manos de los gobiernos surgidos de la independencia, según ha demostrado un estudio oficial.
Los documentos que sobrevivieron a la purga fueron trasladados discretamente a Gran Bretaña donde fueron escondidos durante 50 años en un archivo secreto del Foreign Office, más allá del alcance de los historiadores y público en general, en violación de la obligación legal de ponerlos a disposición de la opinión pública. 


El archivo salió a la luz el año pasado cuando un grupo de keniatas detenidos y supuestamente torturados durante la rebelión Mau Mau obtuvo el derecho de demandar al gobierno británico. El Ministerio de Asuntos Exteriores se comprometió a liberar los 8.800 expedientes de 37 ex colonias escondidos en el centro de comunicaciones gubernamentales de alta seguridad de Hanslope Park, en Buckinghamshire.
El historiador designado para supervisar la revisión y la transferencia, Tony Badger, master del Clare College de Cambridge afirma que el descubrimiento del archivo pone al Foreign Office en una posición “de vergüenza y escandalo.” Estos documentos deberían haber estado en los archivos públicos desde la década de 1980”, ha señalado. “Han retrasado este asunto por mucho tiempo.” Los primeros documentos estarán a disposición del público el próximo miércoles 28 de abril en el Archivo Nacional de Kew, en Surrey.
Los documentos de Hanslope Park incluyen informes mensuales de inteligencia sobre la “eliminación” de los enemigos de la autoridad colonial en la década de 1950 en Malasia; registros que demuestran que ministros británicos estaban al corriente de las torturas y los asesinatos de insurgentes Mau Mau en Kenia, incluyendo el caso de un hombre que afirman que fue “quemado vivo”; y documentos que detallan hasta qué extremos llegó el Reino Unido para evacuar por la fuerza a los habitantes de la isla de Diego García en el Océano Índico. 

No obstante, entre los documentos hay un puñado que muestran que muchos de los documentos más sensibles de finales de la era colonial de Gran Bretaña no fueron escondidos sino simplemente destruidos. Estos documentos incluyen las instrucciones para la destrucción sistemática dadas en 1961, después de que Iain Macleod, secretario de Estado para las colonias, emitiera directivas según las cuales los gobiernos posteriores a la independencia no debían recibir ningún material que “pudiera poner en aprietos al gobierno de Su Majestad” o que pudiera avergonzar a “miembros de la policía, fuerzas militares, funcionarios públicos u otras personas, por ejemplo informantes de la policía”, que pudieran poner en peligro las fuentes de inteligencia, o que pudieran “ser utilizados de manera poco ética por ministros de los gobiernos sucesores.” 

Entre los documentos que parecen haber sido destruidos había registros de los abusos sobre los insurgentes Mau Mau detenidos por las autoridades coloniales británicas, que fueron torturados y en ocasiones asesinados; informes que podrían aportar detalles de la presunta matanza de 24 campesinos desarmados en Malasia por los soldados de los Scots Guards en el año 1948; documentos extremadamente sensibles en poder de las autoridades coloniales de Adén, donde el Cuerpo de Inteligencia del ejército operó un centro de tortura secreto durante varios años en la década de 1960; y documentos altamente sensibles guardados por las autoridades en la Guayana Británica, colonia cuyas políticas estaban muy influenciados por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos y cuyo líder de la independencia fue derrocado en un golpe de Estado orquestado por la CIA. 

Los documentos que no fueron destruidos parece que se han mantenido en secreto, no sólo para proteger la reputación del Reino Unido, sino también para proteger al gobierno de eventuales litigios. Si el pequeño grupo de ex prisioneros del Mau Mau tienen éxito en su acción legal, probablemente miles de veteranos seguirán. 

Se trata de un caso que está siendo observado de cerca por ex guerrilleros de EOKA detenidos por los británicos en 1950 en Chipre, y posiblemente por otros muchos que fueron encarcelados e interrogados entre 1946 y 1967 cuando Gran Bretaña combatió en una serie de acciones de retaguardia en varios lugares de su cada vez más reducido imperio. 

Los documentos revelan que los funcionarios coloniales recibieron instrucciones de separar los documentos que dejaban en el lugar tras la independencia –generalmente conocidos como “archivos heredados” ( legacy files )– de los que iban a ser seleccionados para su destrucción o retirada al Reino Unido. En muchas colonias, éstas recibieron el nombre de “archivos de vigilancia” y fueron sellados con una letra W en rojo.
Los documentos de Kew describen un período de creciente ansiedad en medio de temores de que algunos de los archivos de vigilancia incriminatorios pudieran filtrarse. Se advirtió a los funcionarios de que serían perseguidos si se llevaban a casa cualquier tipo de documentación, y algunos efectivamente lo fueron. A medida que se acercaba la independencia, grandes fardos de expedientes fueron retirados de los ministerios coloniales y llevados a las oficinas de los gobernadores, donde se instalaron nuevas cajas de seguridad.
En Uganda, el nombre en clave de la operación fue Operation Legacy . En Kenia, funcionarios de los servicios secretos llevaron a cabo una operación de investigación que describen como “una purga a fondo.”
Se emitieron instrucciones claras de que los africanos no debían participar en las operaciones, que estaban limitadas a “personas que fueran funcionarios del gobierno de Kenia y ciudadanos británicos de origen europeo.” 

Se adoptaron medidas meticulosas para evitar que los gobiernos de la independencia llegaran a saber de la existencia de los archivos de vigilancia. Una de las instrucciones rezaba así: “Los archivos heredados no deben dejar tras de sí ningún material susceptible de observación. De hecho, la existencia misma de dichos archivos, aunque pudiera suponerse, nunca debe ser revelada.” 

Cuando un archivo de vigilancia era retirado de un grupo de archivos heredados, se creaba y se colocaba en su lugar un “archivo gemelo” fantasma. Cuando esto no era posible, los documentos debían ser retirados en masa. Existía la preocupación de que las directivas de Macleod fueran reveladas –”hay, por supuesto, un riesgo de compromiso en caso de que se conozca esta circular” - y los funcionarios que participaron en la purga recibieron instrucciones incluso de mantener sus sellos “W” en lugar seguro. 

Muchos de los archivos de vigilancia terminaron en Hanslope Park. Provenían de 37 ex colonias diferentes y llenaban 200 metros de estanterías. Pero cada vez es más evidente que gran parte del material más comprometedor fue probablemente destruido. A los funcionarios de algunas colonias, como Kenia, se les dijo que deberían optar por la eliminación de los documentos en lugar de su traslado al Reino Unido –“se hace hincapié en la destrucción” – y que no quedara ningún rastro de cualquiera de los documentos o de su incineración. Una vez quemados los documentos “los residuos deben ser reducidos a cenizas y éstas disgregadas.” 

Una idea de la magnitud de la operación y la cantidad de documentos borrados de la historia nos la puede dar un puñado de documentos de instrucciones que sobrevivieron a la purga. En ciertas circunstancias, se les dijo a los funcionarios coloniales en Kenia que “se permite, como alternativa a la destrucción por el fuego, que los documentos sean empacados en cajas lastradas y se arrojen en aguas muy profundas y sin corrientes, a la distancia máxima posible de la costa.” Los documentos que se conservan de Malasia sugieren un proceso de destrucción mucho más casual, que permitía a los funcionarios relativamente novatos decidir lo que debía ser quemado y lo que debía enviarse a Londres. 


El doctor Ed Hampshire, especialista en archivos diplomáticos y coloniales del Archivo Nacional, ha afirmado que los 1.200 archivos hasta ahora transferidos desde Hanslope Park representan “polvo de oro”, con alguna pepita ocasional para los historiadores; más que un traslado es una exigencia de reinterpretación de la historia inmediata. Sin embargo, sólo una sexta parte del archivo secreto ha sido transferido hasta ahora. Se espera que el resto esté depositado en Kew a finales de 2013.

Fuente: http://www.guardian.co.uk/uk/2012/apr/18/britain-destroyed-records-colonial-crimes

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