jueves, 22 de agosto de 2013

Carta a la revista Semana

Carlos A. Lozano Guillén

En el informe del conflicto en el Catatumbo de la edición 1627 de la revista Semana, la pregunta ¿Qué hay detrás del Catatumbo? se responde en la dirección equivocada. Con el mismo argumento del Ministerio de Defensa y de la cúpula militar de que la movilización está infiltrada por la guerrilla de las FARC. Es la manera de justificar la masacre de campesinos, cuatro muertos y varios heridos, que al parecer son “blanco legítimo” en el lenguaje del fuero militar recién aprobado en el flamante Congreso de la República.


No es que las protestas estén directamente relacionadas con el proceso de paz de La Habana, sino que la agenda de diálogo en su contenido profundo, no el superfluo del Gobierno Nacional, está sacando a flote muchos problemas no resueltos por la incuria gubernamental y la incapacidad de un Estado plutocrático que no atiende las dificultades y el abandono a que son sometidos los sectores populares del campo y la ciudad. He ahí la importancia de la participación ciudadana en los diálogos de paz, vista con tanta mezquindad por la Casa de Nariño. Como también que la agenda de paz sea de largo alcance en soluciones y reformas democráticas.

Las marchas no son infiltradas por la guerrilla. Es el desespero de la gente del común porque los reclamos democráticos son ignorados por el poder central. La única vía es la protesta popular, el paro y hasta el taponamiento de vías, estallidos sociales, también democráticos y legítimos cuando los gobernantes son sordos ante el clamor ciudadano. No es positivo, ni aconsejable, desde los medios de comunicación, ser cajas de resonancia de las “verdades oficiales”, que aparecen para ocultar la incapacidad del modelo económico, que el Gobierno Nacional no quiere discutir con nadie porque son inamovibles impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y para justificar la represión en ese ejercicio sempiterno de la violencia del poder dominante.

César Jeréz no es un guerrillero. Es un luchador social, víctima de otra forma del terrorismo de Estado como son los montajes en los computadores de los comandantes guerrilleros, convertidos en Lámpara de Aladino de donde sale lo divino y lo humano. No creo en ellos porque fui víctima del mismo acoso jurídico y recibí el beneficio de la preclusión de la Fiscalía General de la Nación, en dos instancias definitivas, aunque al procurador Alejandro Ordoñez no le agradó el fallo.

La desesperación de las comunidades producirán nuevos estallidos sociales, el Gobierno seguirá buscando nuevos computadores mágicos y los sectores populares no tendrán más alternativa que continuar luchando y ejerciendo el legítimo derecho a la protesta social. De eso no quede la menor duda.




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