lunes, 28 de julio de 2014

“No tiene sentido lograr la paz para que sigan gobernando los mismos”.-Entrevista a Carlos A. Lozano Guillén, director de VOZ

Redacción Política de VOZ

Para www.semanario.voz.com


Después de la segunda vuelta electoral en que Juan Manuel Santos Calderón logró la victoria sobre el candidato de la extrema derecha, Óscar Iván Zuluaga, impuesto por Álvaro Uribe Vélez como la carta uribista, el proceso político colombiano se está decantando.


El presidente Santos no da un paso adelante a pesar de que le debe la victoria a la izquierda que decidió votar por él para salvar la mesa de diálogos de La Habana. La reforma política que anunció en la instalación del Congreso el 20 de julio no va al fondo de las reformas democráticas que el país espera y necesita. La guerra se recrudece y el Gobierno Nacional anuncia una mayor militarización de la vida nacional y más recursos para la maquinaria belicista en el afán de resolver el conflicto por la vía militar.

Desde la izquierda se promueve el Frente Amplio por la Paz y la Democracia, aunque en abierto debate entre los distintos partidos y movimientos que le dan un diverso carácter, que va desde el ingreso a la Unidad Nacional y por ende al gobierno de Santos, hasta quienes lo desestiman porque no le dan importancia. Otros lo limitan a la paz y hay quienes la proyectan más allá de esta como opción de un nuevo poder popular y avanzado.

Sobre estos temas y otros que tienen estrecha relación con el proceso político y social, hemos conversado con Carlos A. Lozano Guillén, miembro del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista Colombiano y director del semanario VOZ.

La polémica en la izquierda

—La polémica sigue encendida sobre el apoyo que Clara López, sectores del Polo Democrático Alternativo, la Unión Patriótica, el Partido Comunista y Poder Ciudadano le dieron en la segunda vuelta a Juan Manuel Santos, definitivos para superar al candidato uribista. ¿Cree usted que fue lo correcto?


—Creo que fue lo correcto. De lo contrario estaríamos hoy asistiendo a la instalación del uribismo en la “Casa de Nari” y a la ruptura de los diálogos de paz de La Habana. De eso nos les quepa la menor duda. Santos ganó gracias a la izquierda y él lo sabe muy bien, aunque no hubo acuerdos concretos, distintos a la continuación del proceso de paz.

Nunca nos hicimos ilusiones de que votando por Santos se abriría un espacio democrático y social nuevo en el país. Por esa razón la decisión fue la de votar por él, sin hacer pactos y mucho menos suscribir un programa común, imposible porque su “tercera vía” es la prédica demagógica para asegurar la continuidad de la política neoliberal, de las locomotoras a favor de las transnacionales y de la entrega de la soberanía nacional al imperialismo yanqui. Lo teníamos claro. La decisión frente a la disyuntiva de paz o guerra fue la de asegurar la continuación del proceso de diálogos con las insurgencias, ni siquiera del éxito del mismo porque eso aún no lo sabemos, Santos se mantiene vacilante y conciliador con los guerreristas de dentro y fuera del gobierno.

—¿Era en serio la amenaza de Zuluaga? Algunos dicen que había moderado el lenguaje y estaba abierto a tranzar un acuerdo para continuar los diálogos. ¿Lo cree así?

—Pero muy en serio. El uribismo es la peor amenaza a la paz y a la democracia. Es un partido descompuesto, ligado al paramilitarismo, al narcotráfico y a la peor corrupción en Colombia en los últimos años. Varios de sus nuevos congresistas asustan. La señora María Fernanda Cabal, representante a la Cámara, hizo abierta campaña con grupos neonazis y con posiciones ultraderechistas y amenazantes para la izquierda. Es la esposa de José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán, en el ojo de la Fiscalía por presuntos nexos con paramilitares.

Y otros congresistas uribistas, antes apoltronados en la “Casa de Nari”, están asustados ante la posible extradición a Colombia de María del Pilar Hurtado y del ventilador que pueda encender sobre todas las vagabunderías que hicieron en la sede presidencial. Estamos hablando de una mafia que se robó a Colombia como en Agro Ingreso Seguro, Departamento Nacional de Estupefacientes y la “Yidispolítica”, para solo citar algunos torcidos. En el DAS hubo un concierto para delinquir, que condujo a crímenes y amenazas. Estamos hablando de cosas muy serias.

Zuluaga nunca moderó el lenguaje, porque decía que continuaba la paz pero con cantidad de condiciones inaceptables porque conducían a desconocer lo acordado de manera parcial en los puntos de la agenda ya debatidos. Era el candidato de la guerra, detrás de él estaba Uribe Vélez, guerrerista de todos los tiempos.

Lucha popular

—Después del 7 de agosto, ¿qué viene? ¿La izquierda estará en el gabinete?
—La izquierda no podrá estar en el gabinete. Quien adopte esa decisión claudica en sus posiciones de izquierda si es que las tiene. Después del 7 de agosto hay que exigirle a Santos dos cosas concretas: que cumpla lo que prometió en la campaña electoral en materia social y que profundice los diálogos de paz con las FARC-EP, el ELN y el EPL; pero además habrá que dinamizar la lucha social y popular. Nada está pactado con Juan Manuel Santos en este sentido. Los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, los indígenas, las mujeres y el conjunto de los sectores sociales, tendrán que movilizarse para derrotar las locomotoras neoliberales que siguen haciendo parte del programa de gobierno.

La salud y la educación están amenazadas, como las zonas de reserva campesina y otras demandas de la Cumbre Agraria, Indígena y de las negritudes. Paralelo a los diálogos de paz hay que movilizar a las masas en defensa de los diálogos y por los cambios que el país requiere. La “tercera vía” es una entelequia santista para disfrazar su estrecha relación con el capital y las transnacionales. No hay renuncia a la lucha de clases y a forjar una alternativa de poder democrático y popular que no lo representa el gobierno actual.

—¿Cuál es el balance del primer gobierno de Juan Manuel Santos?

—Negativo. Las locomotoras ni siquiera despegaron, salvo la minero-energética que anduvo a favor de las transnacionales que saquean las riquezas naturales, deterioran el medio ambiente y entran en relación con los paramilitares para diezmar a los sindicatos. Nos quieren convencer de que hay ríos de leche y miel porque el crecimiento económico es favorable y la economía colombiana es de las más estables de América Latina y del mundo.

Pero el crecimiento, si en verdad esas cifras son serias, favoreció al capital nacional y foráneo, a los grandes negocios y a los poderosos grupos económicos, porque en la realidad la pobreza mantiene las cifras alarmantes y la indigencia crece en particular en el campo y en grandes ciudades. Colombia continúa siendo uno de los países más desiguales del mundo.

El Gobierno fue incapaz de enfrentar la crisis de la salud y de la educación. En Colciencias salió a flote la incapacidad del régimen para promover la investigación a favor de la ciencia y la tecnología. En materia de derechos humanos y de libertades la situación es crítica. Las cárceles están llenas de presos políticos. Y fíjense ustedes: tantos meses anunciando la sequía y la escasez de agua por el llamado Fenómeno del Niño y jamás adoptaron medidas preventivas y las consecuencias están a la vista en las últimas semanas y las que vienen. Lo único positivo son los diálogos de La Habana aunque en medio de vacilaciones y concesiones.
El presidente Santos mantiene a Colombia en la órbita de la política exterior de Estados Unidos. Es su principal aliado y en esa dirección promovió la Alianza del Pacífico, cuya orientación es contraria a los vientos de renovación e independencia que soplan en el continente, como lo expresan la Celac, Unasur, Mercosur y el ALBA. Son políticas contradictorias con la paz de Colombia y en el continente.

Históricamente, la Casa Blanca y sus prácticas imperialistas son la principal amenaza para la estabilidad de la región y para la democracia. Aquí lo conocemos muy bien.

La paz

 

—¿Usted cree que los diálogos con las fuerzas guerrilleras conducirán a la paz estable y duradera?

—Depende de la clase dominante y del Gobierno. Debo decir que todos los procesos de diálogo con las FARC-EP fracasaron por la renuencia del poder a aceptar los acuerdos políticos y sociales para erradicar las causas del conflicto. Si en esta ocasión la oligarquía, con realismo, acepta la apertura democrática y social, pues sin duda asistiremos a la paz estable y duradera. Las razones para quienes se levantaron en armas desaparecen y se fortalece el espacio político y la democracia en Colombia. Es lo que anhelamos. La paz es con democracia y con justicia social.

—¿Cuál es el papel del pueblo?

—Fundamental. Si no hay apoyo a la paz y respaldo a los diálogos será difícil allanar el camino a los acuerdos políticos finales. La presión popular es definitiva para ello. Es importante que esté creciendo, aun con timidez, el respaldo a los diálogos con las insurgencias. Es el sentido que tiene el Frente Amplio por la Paz y la Democracia. Es fundamental el papel del movimiento sindical y de las organizaciones populares.

El papel de la CUT

—¿Es posible que la CUT actual juegue ese papel?

—La CUT es un logro importante del movimiento sindical. Y hay que preservarla. El camino no es dividirla o debilitarla. Lo que ocurre es que está en la actualidad bajo la dirección de una camarilla reformista de derecha. Hay que fortalecer al sector clasista, lograr cambios democráticos internos en el próximo Congreso en el mes de septiembre y ganar las próximas elecciones de Comité Ejecutivo. Son los desafíos y tareas del sector clasista. No debe distraerse en crear una nueva Central que le aportaría más división y debilidad al sindicalismo. El sector clasista es el que debe tomar la iniciativa al interior de la CUT.

—Santos anuncia una reforma política. ¿Sí es importante? ¿Favorece a la paz?
—Habrá que estudiarla cuando se conozca el texto integral, pero por lo expuesto no se le ve la sustancia. Algunas de las propuestas que explicó Santos en la instalación del Congreso son inocuas. Otras son negativas. ¿Qué sentido tiene eliminar la reelección y alargar el proceso presidencial si no hay una reforma política de fondo con el estatuto de oposición a bordo y renovadas formas de participación política?

Una reforma política sin la reforma electoral que elimine tantas gabelas y formas clientelistas a favor de los partidos tradicionales no tiene sentido. La clave de la reforma política es la democracia, la igualdad de todos ante la ley, la participación política, las garantías para todos y un sistema eficiente de pesos y contrapesos. Lo demás es demagogia y maquillaje superficial.

El Frente Amplio

—¿Cómo concibe el Frente Amplio por la Paz?
—Es un tema de debate en la izquierda. Algunos creen que es para apoyar al Gobierno y por ende ingresar a la Unidad Nacional y reclamar puestos y hasta un ministerio; otros aseguran que se limita a la paz; otros no le dan importancia porque no le atribuyen trascendencia al acuerdo con las guerrillas, realidades políticas, militares e históricas del país. Nosotros creemos que el Frente Amplio es para defender los diálogos de paz y proyectar la más amplia unidad de la izquierda y de los sectores democráticos. Este Frente tendría la misión histórica de construir el movimiento alternativo para el poder, para conquistar un gobierno popular y democrático.

Un gobierno de izquierda es el único que puede garantizar los cambios sociales y políticos avanzados, le daría razón de ser y sustento al acuerdo de paz estable y duradera. No tiene sentido lograr la paz para que sigan gobernando los mismos, los que acabaron con este país, los responsables de la explotación a los trabajadores y al pueblo. Los responsables de la violencia y de la violación de los derechos humanos.
El problema de la izquierda es el problema del poder, no podemos seguir administrando pequeñas cosas. La perspectiva debe ser el poder, ser opción de poder. Es lo que nos distancia de los reformistas de viejo y nuevo cuño.

El principal problema del país es lograr la paz, ponerle punto final al conflicto armado sobre la base que desaparezcan las causas que lo originaron; pero también que se fortalezca la democracia porque es la garantía de que la izquierda tendrá espacio para el accionar político y modificar la correlación de fuerzas. Sin el ejercicio de la violencia la clase dominante no podrá mantenerse en el poder, porque la oligarquía fracasó históricamente, el poder lo utiliza en su propio beneficio, de una casta plutocrática egoísta y ambiciosa.

La parapolítica

—¿Se puede decir que el ciclo de la “parapolítica” y de la “farcpolítica” culminó?
—La parapolítica es parte del sistema dominante, del ejercicio violento del poder oligárquico. Las revelaciones de esos nexos de políticos tradicionales con las mafias del narcotráfico y el paramilitarismo están vivitos y coleando. Están amparados desde el Estado, es más, el paramilitarismo es criatura del Estado dominante. Las Bacrim, llamadas ahora así, pero que son el mismo paramilitarismo reciclado, mantienen esos nexos. Así que el capítulo de la “parapolítica” no ha culminado. Inclusive los inquilinos de la “Casa de Nari” en el pasado gobierno están cubiertos de impunidad. La valiente labor de Iván Cepeda en el senado es poner al descubierto esos nexos y las turbias relaciones, para que Uribe tenga que responder ante la Justicia.

La “farcpolítica”, en cambio, fue una farsa. Todos los montajes cayeron uno a uno. La falacia de los computadores mágicos que como lámparas de Aladino servían para encausar a dirigentes políticos de izquierda y a periodistas, no les dio resultado. La “farcpolítica” no existe, la “gran prensa” trata de mantenerla en el imaginario sacando los supuestos correos electrónicos que comprometen a quienes fueron exonerados por la Justicia colombiana.

El caso reciente del director de Anncol, Joaquín Pérez Becerra, que fue mostrado con tanto sensacionalismo cuando fue capturado en Venezuela, revela la fragilidad de esos montajes de los organismos de inteligencia, porque al final se caen. En segunda instancia el Tribunal Superior decretó la absolución de Pérez Becerra, quien había sido condenado por un juez. Es la realidad de los hechos. Montajes políticos a partir de los informes de inteligencia.

—¿A propósito del debate del senador Cepeda, sí es procedente?

—Claro que sí. El Congreso de la República tiene que ser escenario de la batalla de ideas a nivel político, así lo fue en el pasado. Lo que sucede es que después de la Constitución del 91 –y no quiero decir que sea mejor la del 86- el Congreso entró en un letargo intelectual e ideológico. Sirve para la mermelada, las prebendas y la corrupción.

¿Quién ha dicho que los debates son solo de control político al Gobierno? No. Tiene que haber el espacio democrático para la confrontación ideológica entre los partidos y las distintas corrientes del pensamiento. Laureano Gómez se enfrentó no solo a los gobiernos liberales sino a las ideas que el Partido Liberal tenía. Aprovechó el escenario del Congreso para promover su ideología fascista. Igual fue en la hegemonía conservadora. En el Frente Nacional la contradicción del MRL, en el cual actuaban parlamentarios comunistas, era con el régimen bipartidista y de democracia restringida.

El debate histórico que enfrentó a Luis Carlos Galán y Alberto Santofimio en el senado, en 1984, fue por ideas, más allá de la situación del segundo que está en la cárcel respondiendo por el asesinato de Galán. Por cierto, Santofimio arrasó ideológicamente a Galán en aquel debate. Así que el de Cepeda es pertinente y procedente. Es para desenmascarar lo que representa el uribismo como corriente fascista y totalitaria.


—Un último tema. Usted decía hace unos días que hay una especie de reedición de la guerra fría a propósito de la situación en Ucrania y en la Franja del Gaza. ¿Lo cree así?

—Yo creo que la guerra fría nunca se acabó a pesar del derrumbe soviético y de la caída del Muro de Berlín. El imperialismo nunca renunció a la política del gran garrote, de dictado y de sometimiento a otros países. El capitalismo se tornó más agresivo en el mundo unipolar, nuevas formas de explotación surgieron para liquidar las conquistas de los trabajadores. El neoliberalismo y el modelo de libre mercado, sustentado en los TLC, en la dictadura del capital, en las fórmulas de la troika y en el desenfreno de la voracidad de las transnacionales, sacaron a flote nuevas facetas salvajes del poder del capital.


A eso obedece la intimidación del imperialismo yanqui a Rusia por el conflicto en Ucrania; o la criminal agresión de Israel a Palestina sin que nadie frene a esos dementes de la guerra. O la intentona de Washington de reversar los procesos de América Latina, haciendo provocaciones como las que adelanta contra la República Bolivariana de Venezuela. La solidaridad antiimperialista es fundamental en esta etapa, como el papel soberano y autónomo de la Celac, Unasur y el ALBA. Hay que cerrar filas contra la intentona imperial de recobrar protagonismo en nuestro continente al que sigue considerando como su patio trasero. La unidad bolivariana es fundamental, apoyados en el pensamiento avanzado, patriótico y emancipador del Libertador.
Bogotá D.C. junio 25 de 2014

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