domingo, 10 de agosto de 2014

Manuel Cepeda: un comunista convicto y confeso

Manuel Cepeda en un debate en el Congreso de la República. Foto archivo de VOZ.
Carlos A. Lozano Guillén


Promovió la unidad popular, el frente amplio para unir a la izquierda en un proyecto democrático y revolucionario. Fue consecuente en la línea de unidad de los comunistas. Respaldó la salida política y los diálogos de la guerrilla con el Gobierno en la búsqueda de un acuerdo de apertura democrática.



El 9 de agosto del presente año se cumplirá el 20 aniversario del asesinato de Manuel Cepeda Vargas, dirigente del Partido Comunista Colombiano, ex director de VOZ, representante a la cámara y senador por la Unión Patriótica. Para más señas: fue el último senador elegido a nombre del Partido Comunista y la Unión Patriótica, durante el genocidio que cobró la vida de cinco mil de sus dirigentes y militantes, entre ellos de la mayoría de los parlamentarios, diputados, concejales y alcaldes elegidos.


La Unión Patriótica surgió al calor del primer proceso de diálogos de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), en la década de los años 80 del siglo pasado, durante el gobierno conservador de Belisario Betancur (1982-1986).


Manuel Cepeda Vargas fue asesinado el 9 de agosto de 1994, dos días después de la posesión del presidente liberal Ernesto Samper Pizano (1994-1998), cuyo gobierno transcurrió en medio de una profunda crisis política. Cepeda se posesionó el 20 de julio del mismo año como senador de la República. Había anunciado numerosos debates de control político y la presentación de interesantes proyectos de ley en beneficio de los trabajadores, los campesinos, la juventud, los artistas y los sectores más vulnerables. Eran para él fundamentales los temas de la paz, entendida como solución política y democrática del conflicto, y el de los presos políticos maltratados en las cárceles a las que calificaba de mazmorras del régimen.


Crimen en la impunidad


Los responsables del magnicidio fueron los paramilitares de Carlos Castaño, en connivencia con militares y narcotraficantes. Como autores materiales fueron sindicados los suboficiales del Ejército Hernando Medina Camacho y Justo Gil Zúñiga, condenados a 40 años de cárcel. Pero Carlos Castaño fue exonerado de forma inexplicable, mientras que el general Rodolfo Herrera Luna, a la sazón comandante de la Séptima Brigada del Ejército, falleció en 1997 cuando iba a ser vinculado a la investigación.


El subdirector del DAS en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, José Miguel Narváez, está vinculado como determinador, pues asesoraba a los paramilitares y regentaba una clase en las escuelas de adiestramiento de estos criminales que llevaba el nombre de “Matar comunistas no es delito”. Así las cosas, en lo que respecta a los autores intelectuales el crimen está en la impunidad.


La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en sentencia del año 2010, condenó al Estado colombiano por el magnicidio, porque a su juicio participaron en el crimen agentes estatales y hubo actos de omisión en la protección del senador Cepeda. El gobierno de Juan Manuel Santos fue obligado a pedir perdón público a sus familiares, al semanario VOZ, a la Unión Patriótica y al Partido Comunista. El acto político de perdón se llevó a cabo en el Congreso de la República con la intervención del entonces ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, ahora vicepresidente de la República, Stella Cepeda Vargas a nombre de la familia y el autor de este artículo en representación de VOZ y del Partido Comunista.


Su labor parlamentaria


Como representante a la Cámara había adelantado numerosas iniciativas y proyectos de ley para proteger los planes de vivienda popular, defendiendo el derecho de organizaciones como la Central Nacional Provivienda, que mediante la organización y la lucha de sus afiliados en el país ocupó predios ociosos para construir barrios populares en Bogotá, en capitales e importantes ciudades, cuando tomaban vuelo los procesos de urbanización del país, que daban lugar a cinturones de miseria en la periferia de las capitales.


Manuel Cepeda supo interpretar esta imperiosa necesidad social y su papel en la transformación del país. Como entendió y alentó el surgimiento de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que recogió la experiencia del sindicalismo clasista aglutinado en torno a la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC) y del sindicalismo independiente. Previó las dificultades de la nueva central pero señaló con decisión que debería conformarse un fuerte sector clasista a su interior para protegerla de los reformistas de viejo y nuevo cuño.


También fue el artífice de la creación del Ministerio de Cultura. Como poeta, escritor y artista, promovió la organización del sector cultural, ligado a las luchas sociales, comprometidas con la transformación revolucionaria de la sociedad. Con seguridad estaría en la actualidad combatiendo el carácter burocrático de este organismo gubernamental, alejado de la realidad social, enclaustrado en una cultura de élites que no interpreta el sentimiento del pueblo colombiano.


Militante comunista ejemplar


Manuel Cepeda Vargas fue un comunista convicto y confeso de conformidad con la definición del Amauta José Carlos Mariátegui. Son los militantes de principios y de acción permanente por la revolución. Su constante actividad parlamentaria para responderle a los electores y a los trabajadores jamás lo alejó de sus obligaciones con el Partido Comunista Colombiano. Era integrante del Comité Central, del Comité Ejecutivo Central y del Secretariado, a cuyas reuniones jamás faltaba. Incluyendo la de su célula, organismo de base en el que militaba con periodistas no solo de VOZ sino también de medios burgueses.


Los anticomunistas lo tacharon de radical y promotor de la combinación de las formas de lucha, porque fiel a los postulados comunistas la entendió como característica de la lucha popular y de masas en Colombia. Pero al mismo tiempo promovió la unidad popular, el frente amplio para unir a la izquierda en un proyecto democrático y revolucionario. Fue consecuente en la línea de unidad de los comunistas. Respaldó la salida política y los diálogos de la guerrilla con el Gobierno en la búsqueda de un acuerdo de apertura democrática y social para ponerle fin al conflicto armado. En este sentido, contribuyó a los frustrados diálogos de Caracas y Tlaxcala con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar en el gobierno liberal de César Gaviria Trujillo (1990-1994).


Ingresó al Partido Comunista Colombiano en 1953, durante la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla que decretó su ilegalidad. En 1958 fue designado miembro del Comité Central y recibió el encargo de reconstruir la Juventud Comunista Colombiana (JUCO). En 1964 fue encarcelado porque denunció con energía la agresión a la resistencia campesina de Marquetalia. En prisión escribió un hermoso libro que tituló ¡Vencerás Marquetalia!. Viajó a Cuba y se vinculó a las actividades de la Tricontinental y de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Luego fue enviado a Praga a la redacción de la Revista Internacional. Participó en la fundación del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos.


Periodista y humanista


Al regresar al país asumió la dirección de VOZ Proletaria, que desempeñó durante 20 años. Se convirtió en periodista revolucionario y llevó a VOZ a ser un punto de referencia de la vida nacional. En la década de los años 80 del siglo pasado, orientó el tránsito hacia un periódico más amplio, que sin perder su naturaleza proletaria se acercara a la intelectualidad y a las capas medias. Pasó a llamarse VOZ en 1983 en el marco de un proceso de modernización para hacer un periódico más ágil al servicio de la unidad y la apertura democrática, sin renunciar a su esencia marxista-leninista.


Manuel Cepeda fue un humanista. Poeta, pintor, artista. Sus mejores piezas periodísticas son casi páginas líricas de la realidad nacional, política y social; enriquecieron la práctica del periodismo revolucionario, alejado del miedo a la represión, de la vacilación en los principios y de las concesiones o ilusiones en el reformismo pequeñoburgués.


Nació en 1930. Estudió derecho en la Universidad del Cauca en la aristocrática y conservadora ciudad de Popayán. Estuvo casado con Yira Castro, también militante y dirigente comunista. Yira fue concejal de Bogotá por la Unión Nacional de Oposición. Falleció muy joven, cuando entregaba toda su capacidad al semanario VOZ Proletaria y a la labor de concejal del pueblo. Tuvieron dos hijos: Iván, senador del Polo Democrático Alternativo y firme defensor de los derechos humanos y de la paz con justicia social; y María, miembro del Comité Central del Partido Comunista Colombiano.


Semanario VOZ.

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